Supongo que todos estaremos de acuerdo en que recibir una orden del propio Jehová no es lo mismo que recibirla de Satanás en persona. Aún los más acérrimos defensores de los hechos históricos narrados en la Biblia y los análisis que pueden ser hechos a esos textos deberá aceptar que ambos hechos son algo diametralmente opuestos, algo sobre lo que sería muy adecuada una cierta precisión en la exposición.
Aún así, todavía no he encontrado persona creyente alguna que pudiera explicarme lo que sigue.
Tenemos al final del segundo capítulo de Samuel lo siguiente:
2 Samuel 24:1 Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y Judá.
Bien, David envía a uno de sus generales -Joab- a que haga el trabajo. Joab recorre los territorios que debe censar y regresa, después de nueve meses, con los datos:
2 Samuel 24: 9 Y Joab dio el censo del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres.
Luego viene algo muy interesante:
2 Samuel 24:10 Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.
Si el propio Jehová había ordenado el censo, ¿Por qué pecó David? Se ve que la respuesta tampoco la tenía el propio Jehová, ya que le da tres opciones a David: siete años de hambre en la tierra, ser perseguido por sus enemigos durante tres meses o tres días de peste en su tierra. David no puede decidirse entre tan terribles opciones y dice quedar en manos de la misericordia de Jehová. Éste envía tres días de plagas en los que mueren setenta mil hombres. ¿Y la misericordia? Bien, gracias.
Luego, cuando el Ángel enviado por Jehová para destruir todo iba ya a destruir a Jerusalén, Jehová se arrepiente y lo detiene junto a las tierras de un tal Arauna. David increpa a Jehová, ya que quien pecó fue él y no el resto de los que sufrieron muerte, pero nada parece inmutar a Jehová, quien pide un altar. David le compra la tierra a Arauna donde se erige tal altar, se sacrifican a unos cuantos bueyes y, entonces, Jehová se tranquiliza.
Pero si vamos unas setenta páginas adelante, nos encontramos con lo siguiente:
1 Crónicas 21:1 Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel.
¡Menuda diferencia! Aquí puede encontrarse la clave que nos permita comprender el pecado de David.
El resto del capítulo es casi una copia textual, con algunas diferencias: la cantidad de hombres fue de un millón cien mil en Israel y de cuatrocientos setenta mil en judá. La tierra donde el Ángel es detenido pertenece a un tal Ornán en vez de a Arauna; aunque ambos capítulos coinciden en los setenta mil muertos.
Si bien podemos suponer (cosa harto peligrosa tratándose de la Biblia) que hubo algún error de traducción y que la segunda versión es un poco más coherente; la determinación del Señor de los Cielos nos hace pensar que no hay mucha diferencia entre las actitudes de Jehová o de Satanás.
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