Friday, November 12, 2004

Festival.



Los hombres esperaraban pacientemente mientras hablaban de las cosechas y del clima, las devotas pasaban envueltas en negro (color de la muerte y color de la nada, color del olvido. No, ni siquiera color ¡Ausencia de color, potencia de la nada! Muerte a la enésima potencia), con las cabezas bajas para no cruzar siquiera una mirada con los hombres que se apiñaban en la esquina. Como elefantas protegiendo a sus crías llevaban a sus niñas en medio de las manada, copias menudas de negras devociones y rosarios nacarados, (todo en negro negro negro pero con miedo a la oscuridad, Paz para todos y prepárate para la guerra, el Diablo está entre nosotros anidando entre tus piernas por eso Amor, generoso amor pero no confíes en nadie).
-No, no hay contradicción; ya lo dijo nuestro señor: "No he venido a traer paz, sino la espada."
-Aún así no sé qué pensar (la duda, súcubo del alma; demonio que roe las certezas y transforma hasta la misma piedra en arena, destruye las columnas de la fe y no hay templo que en esas circunstancias)
-Arrodíllate, niégate, no pienses ¿Qué eres tú ante Sus Ojos?
-Nada. Lo mismo que soy ante los míos.
Los hombres se movieron, los primeros de ellos vieron algo y los segundos levantaron la cabeza y los talones para intentar ver algo a su vez; la curiosidad fue un murmullo tenue que retumbó en chasquidos de metal y madera y sonrisas envueltas en barbas a medio crecer fragantes en olor a tabaco y vino casero (sólo los príncipes huelen bien en los maitines, sin duda su Alteza los acerca más a los perfumados vientos divinos; y también los sacerdotes, príncipes del alma, señores de lo etéreo).
-Pues aún dudo. ¿Armas?
-Cierta vez le preguntaron a un Obispo: "¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo?" a lo que el santo varón respondió: "Creaba el infierno para los que hacen preguntas como ésa." Aprende de él.
(Aprende de él: acalla a la duda con el cilicio del dogma, aprende a ser el Cerbero de tus dudas).
-Pues la verdad es que no conozco a tal Obispo, pero sus palabras me hacen verlo de cuerpo entero. Puedo ver sus manos tomadas en su regazo y puedo ver sus ojos. Sobre todo puedo ver Sus Ojos.
Los murmullos fueron una escalera que ascendía mientras la puerta se abría, algunos elegidos llevaban sobre sus hombros a la imagen del hombre y las armas se elevaron mostrando sus rojos pañuelos simbólicos. Los disparos saludaron a la imagen y a su paso (la peregrinación nunca es interior, y la señal tampoco debe serla; ya lo sabe el saber popular: la letra con sangre entra. Los demonios se alejan con el olor de la pólvora).
(Que el Señor esté contigo. Y con tu espíritu).

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