Tuesday, January 04, 2005

Ustedes lo quisieron II.

Bueno, el encabezamiento de este post se encuentra en Festival del Odio.
Éste poema lo publico acá porque tiene cierta relación con este blog, quienes se hayan animado a leer ambos poemas habrá notado que mi tendencia a lo negro no es una postura; lamentablemente cuando escribo, esto es lo que sale.


LA ROSA DE LOS VIENTOS

I
Subo en sentido inverso al hilo de agua,
al hilo de agua que busca la grieta,
que forma un caudal, estrecho y constante,
que pierde en claridad lo que gana en fuerza.
Busco la cima, el punto más alto
donde el aire se aparta como seda rasgada
y las líneas se parten y caen al abismo
horizonte quebrado, roca sobre roca montada.
Y ya en aquel lugar de albas y ocasos subterráneos,
me elevo sobre las nubes,
y como un Jano acechante, pregunto:

-¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?
¿Estas ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.

II
Precedo a la estela,
al móvil camino creado en el agua,
al cíclico destino migratorio de los peces,
a las cálidas corrientes subterráneas.
Busco la línea, el filo del mundo,
donde el silencio es oscuro,
donde la oscuridad es profunda,
donde el Sol nace y decrece
y una mancha sin forma, blanca, lejana,
puede ser de hielo, de vapor, de tela.
Y ya en aquel lugar de ocultos tesoros sin islas,
me elevo sobre el liso lomo del mundo
y como un Jano acechante, pregunto:

-¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?
¿Estas ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.

III
Hundo mis pies en las secas olas
por la dorada ladera hecha de gotas de piedra,
el Sol permanece bajo mis pies y a los lados
y a lo alto y tan blanco
que transforma en duna todo lo que toca.
Busco el silencio, la soledad absoluta,
donde aquel templo es virgen de palabras,
donde, como el viento, todo es nómade,
las huellas, sus creadores, y el frío de la noche.
Y ya en aquel lugar de inexistentes flores,
me elevo sobre las cumbres de oro
y como un Jano acechante, pregunto:

-¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?; ¿Estas ahí?
¿Estas ahí?
La rosa de los vientos permanecía callada.

IV
Me apoyo en los nudosos troncos
y la espesa savia pasa en silencio
bajo la húmeda palma que conozco.
No veo el horizonte (pero se que existe
y que con dar dos pasos podría alcanzarlo).
Busco lo vivo, la compañía constante
donde el aire y la lluvia sean un bien compartido
donde el amor sea pago en valor fecundo
y la amistad un culto, un hecho inmutable.
Y ya en aquel lugar de noche permanente
me elevo sobre mí mismo y sobre el follaje humano
y como un Jano acechante, ensayo la pregunta
y escucho su retorno, inacabado:

-Ahí; ahí; ahí;
ahí. Tan solo
la vacía rima del eco.

Y la rosa de los vientos permaneció callada.

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