Monday, October 04, 2004

Espíritu cristiano (un diccionario: parte III)

Hoy nuestro querido diccionario cristiano se viste de actualidad y nos trae una definición que nos hará reflexionar sobre los tópicos más candentes de la vida moderna. (Disculpen el tono de locutor de Radio Nacional tipo año cuarenta, lo que pasa es que después de leer cinco minutos este diccionario tengo la sensación de haber viajado al pasado, de hecho, mucho más atrás que al año cuarenta).
Bien, vayamos a la definición:

Guerra.: Es la lucha que de manera violenta y con derramamiento de sangre se lleva a cabo entre estados independientes. En la cuestión relativa a la licitud moral de la guerra hay que distinguir:
1º, si la guerra en general puede ser lícita y, 2º, si se garantizan las condiciones requeridas. 1º En general, la guerra no es necesariamente ilícita. Si el Creador en virtud de la ley moral natural quiere que los pueblos se organicen en Estados, debe proporcionar también los medios para ellos. Entre éstos se cuenta no sólo el derecho de aplicar en el orden interior la pena de muerte al conculcador de las normas jurídicas [...] La justa defensa del bien público prevalece sobre el derecho del agresor al cuerpo y a la vida, y también sobre el riesgo que puede correr la vida de los propios súbditos. [...]
Ha de rechazarse el pacifismo extremado (sic) que defiende el repudio radical del servicio militar.

Hay mucha tela para cortar, pero me quedo con un detalle que es típico de los análisis religiosos: Después de una definición simple se lanza a una justificación simplista de sus propias ideas, más allá de toda obvia contradicción.
Fíjense lo que ocurre a continuación: "En la cuestión relativa a la licitud moral..." "....hay que distinguir:" "si la guerra puede ser lícita" a lo que enseguida se responde: "En general, la guerra no es necesariamente ilícita." ¿Análisis? ¿Para qué? Más teniendo en cuenta las razones que se exponen después: "Si el Creador..." Etc., Etc. La típica validación divina para justificar cualquier atrocidad, tal como este mismo diccionario no se avergüenza de declarar: "... el derecho de aplicar la pena de muerte..."; "...prevalece sobre el derecho del agresor..."; "...y también sobre a vida de los propios súbditos."
La última línea no merece, siquiera, tomarse el trabajo de rabatirla.

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