Friday, October 15, 2004

Sinfonía.

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Aun diré unas palabras para los oídos más refinados: qué es lo que yo quiero propiamente de la música. Que sea clara y profunda, como un mediodía de octubre. Que sea peculiar, desenvuelta, tierna, una dulce mujercita de gracia y de perfidia.
Friedrich Nietzsche en Nietzsche contra Wagner
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Acabo de enterarme que una de mis radios preferidas, aquella que prefiero escuchar cuando manejo o estoy solo, aquella que mi esposa pone cuando, sencillamente, nos hartamos de todo, ha sido vendida y dejará de existir.
El asunto en sí no sería nada extraño; ni siquiera sería digno de crítica. Simplemente es un hecho y, viviendo en una economía de mercado como en la que estamos inmersos, eso es algo que ocurre cada día, cada hora.
Pero el motivo de mi bronca no es que vendieron algo que consideraba "mío" ni nada por el estilo, el motivo de mi bronca es que la AM 1360 "Clásica" era la única radio en Miami (y creo que en todo el sur de la Florida) que basaba su programación en veinticuatro horas de música, en esa música a la que no podemos calificar, ni alabar, ni agradecer, porque siempre nos faltarían adjetivos, aplausos, gratitud.
Y lo más indignante es que los compradores son un grupo religioso (aún no me enteré a qué facción pertenecen, pero eso no importa demasiado) que -obviamente- piensa cambiar la programación inmediatamente.
Los diferentes grupos religiosos tienen en Miami varias radios completamente dedicadas a sus propios temas, además de varios programas en otras radios regulares y programas y canales televisivos. ¿Era necesario que tuviesen que comprar a la única radio que pasa música clásica? Sí, ya sé que si alguien compra es porque alguien vende, y si alguien vende es porque el negocio no le está dando el resultado que esperaba. Esta es lamisma situación que ocurría en mi ciudad (Mar del Plata) hace unos años, cuando los grupos religiosos se dedicaban a comprar viejos y hermosos cines y teatros para convertirlos en "Centros Cristianos". Yo no les estoy hechando la culpa deeso a los religiosos, el problema es más profundo, lo sé.
Sólo me quejo porque ellos no ayudan a solucionar el problema, sino que lo agravan; y porque me niego a aceptar que a partir de ahora Bach, Albinoni, Grieg, Corelli, y cada una de esas personas que se dedicaron a alimentar y ennoblecer nuestras vidas se vean suplantadas por Juan, Abraham, Mateo, Lucas y Cia.; ni que cuando por costumbre presione el botón número 1 de mi radio, en vez de la voz de June Anderson y Cecilia Bartoli entonando el Stabat Master ahora me aturda la disfónica voz de un ignorante fanático.

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